miércoles, 10 de septiembre de 2014

Mi "niñomayor"

Elegiste tu mochila negra de Spiderman. Dentro tan solo una bolsa de tela con una muda y otra bolsa con la merienda. Un trozo de bizcocho casero y un yogurt para beber. El uniforme con olor a nuevo, recién sacado de su plástico. Las zapatillas, blancas. Impolutas. Colonia y esa sonrisa enorme que llena tu cara y nuestro corazón. Así comenzó la mañana de este día que marca una nueva etapa para todos, pero especialmente para ti, Mario. Hoy has superado tu primer día de cole. 
** Bueno, eso de día debería entrecomillarlo, porque desde que a algún lumbreras se le ocurrió que los niños necesitan un periodo de adaptación, ya no hay primer día de cole sino primera media hora de cole... En nuestro caso ha sido hora y media. Y así tres días. Un caos para ellos y para nosotros, los padres, que tenemos que ingeniárnoslas para poder encargarnos del niño en pleno mes de septiembre mientras dura el dichoso periodo... **
En fin, que hoy ha sido tu primera toma de contacto con el nuevo centro. La nueva profe, los nuevos compañeros, nuevos juguetes y actividades del aula... Todo un mundo en cuatro paredes que hoy apenas has comenzado a descubrir. Pero lo más impresionante de todo es cómo has recibido este cambio. Tu nuevo papel de escolar. Los nervios de anoche hoy eran puro entusiasmo. Lo que hace unos días era futuro hoy se ha hecho presente: "voy al cole de mayores!" gritabas feliz por la mañana. Y me alegro. Me alegro infinito de que no hayas reaccionado como lo hizo tu madre el primer día de cole... Agarrada a la pierna de mi padre, llorando como nunca lo había hecho y gritando como si me estuvieran abandonando en una montaña nevada... Me alegro pero también tengo sentimientos encontrados dentro. Porque lo del "cole de mayores" era tan lejano ayer... Porque miro atrás y han pasado casi cuatro años desde que tu, mi bebé, tan "feitiño" y bueno, llegaste a nuestra vida. Porque miro adelante y no sé si quiero ver lo que vendrá... 
Tú, pequeño mío, aún no lo sabes, pero te van a pasar muchísimas cosas en los próximos 15 años (al menos) de colegio… Harás amigos que lo serán toda la vida,  pero también te pelearás con algún chaval. Habrá días que irás feliz al reencuentro de tus compañeros de aventuras. Y mañanas en las que fingirás terribles dolores de barriga porque no te dio tiempo a estudiar un examen o a terminar los deberes… Comerás a regañadientes en el comedor las sopas que parecen vómitos de espeluznantes monstruos peludos y devorarás las natillas del postre o los sándwiches de media mañana. Desearás que lleguen los recreos, los torneos de fútbol, las fiestas del cole… Disfrutarás de las clases que más te gusten, pero tendrás pesadillas con las asignaturas que peor se te den. Saldrás de excursión, conocerás lugares y personas increíbles. Llegará tu primera cita con la chica de la clase de al lado -o del otro cole- que tanto te gusta. Pasarás tardes en el parque con tu pandilla. Irás al cine. Y llegará tu primer beso. Te romperán el corazón (pero alguien te lo volverá a sanar, no temas). Romperás algún corazón. Reirás, llorarás, lucharás, tirarás la toalla, entrenarás, estudiarás, te esforzarás, vaguearás, dormirás poco, empezarás a salir de noche… Sentirás infinidad de cosas!!! Y poco a poco, casi sin darnos cuenta, te irás convirtiendo en un hombre… Y créeme, que aunque hoy eso nos parezca lejano, está a la vuelta de la esquina! Porque si algo he experimentado este 10 de septiembre de 2014 es que el tiempo vuela!!! Si de algo me he dado cuenta hoy es de que ya tengo un "niñomayor".
Pero hay algo más que quiero decirte. Lo más importante de todo. Algo que tienes que tener siempre muy presente. Pase lo que pase, surjan las dificultades que surjan, traigas los suspensos que traigas, o las zapatillas, blancas e impolutas, vuelvan negras de jugar en el patio. Siempre, siempre estaremos a tu lado para ayudarte. No quiero que finjas, ni que cambies; no quiero que nos mientas, que nos tengas miedo ni que te agobies. Debes saber que papá y yo pasamos por todo lo que ahora comienza para ti y lo único que queremos es que seas bueno y feliz. Que muestres respeto y tolerancia por todas las personas que te rodean desde hoy y que intentes dar lo mejor de ti en cada cosa que hagas. No importa si sale bien, mal o regular. Lo importante es que lo hagas de corazón. Lo demás llegará cuando sea su momento.


martes, 13 de mayo de 2014

Operación... bañador!!!

Así de drástica soy yo. Y dramática, sí, por qué no reconocerlo... He pasado directamente de la operación sillón a la operación bañador. Y es que desde hace unos años ya no me siento capaz de usar al protagonista que acapara portadas de revista cada primavera: el bikini. A no ser que esté sola, en familia, y en la piscina de casa, he cambiado las dos piezas por una. Será esta moda de los recortes que se ha impuesto últimamente y a la que yo me he apuntado reduciendo las partes de mi traje de baño...
El caso es que empieza a hacer calor, ya he guardado los jerseys amplios, los abrigos largos y he sacado las camisetas sin mangas, las faldas y vestidos y yo, por más que lo intento, no me encuentro!!! Color (o ausencia de él en mi caso) a parte, sigo sin recuperar aquel cuerpo que tuve antes de lucir orgullosísima aquella nueva curva que transformó mi cuerpo, y mi vida, para siempre... Y mientras sigo "recuperándome", venga a ver imágenes de famosas estupendas a las tres semanas, seis semanas, dos meses de dar a luz... y yo, me miro y me remiro y solo veo más cadera, una barriga que nunca antes había conocido, unas piernas cansadas que ahora se hinchan cuando suben las temperaturas... y no me reconozco. Así que echo mano, una vez más, de mi amiga María, una deportista empedernida, que me ha hecho una tabla de abdominales combinadas para ver si al menos con disciplina y tesón me deshago de alguna de esas cosas que me sobran... No sé si dará mucho resultado. Ni si quiera sé si llegaré a tiempo. Pero al menos mientras sudo la camiseta, me esfuerzo en llegar hasta las 20 repeticiones de cada serie, siento la tensión en los músculos que antes no necesitaban tanto ejercicio para saludarme, me desahogo, me entretengo, me libero. Alejo de mi mente otros pensamientos, frustraciones, malas ideas o ideas buenas que nunca llegan... Y así, cada tarde, en el rato que puedo, después de que algún bichillo se me tire encima al verme tumbada en una esterilla y pensar "qué divertido, mamá es una colchoneta!", intento recuperar mi estado físico. Y no, no quiero que suene superficial el hecho de que una mujer se preocupe por su figura, pero yo, que lo vivo en mis propias carnes, he comprobado que la cabeza va mejor cuando el cuerpo se pone a tono.


domingo, 2 de febrero de 2014

Siempre positivo!

El nuevo año me ha traido una nueva mirada. Y no, no he cambiado de gafas ni me he operado de la vista. Simplemente he despertado de un largo letargo. La nube gris, espesa, que a menudo se cruzaba en mi punto de visión ha desaparecido por completo. Mejor dicho, yo la he hecho desaparecer!
Quienes me conocen lo saben. Tiendo (o tendía) a ser bastante ceniza, pesimista. Si algo podía ir mal, me iría peor. O al menos eso creía yo. Siempre necesitaba a alguien a mi lado que me dijera que las cosas no están tan mal. Un empujón, muchos ánimos y, sobre todo, una colleja para reaccionar y tener una perspectiva más positiva de la vida. Mis días, aún a pesar de la cantidad de momentos maravillosos, personas increíbles y buenos ratos en ellos, siempre pasaban a la historia con alguna lamentación... Recuerdo el último día del año pasado (no hace tanto! ;-P). El 31 de diciembre de 2013 me desperté triste. Me levanté a las 6:30, como cada día, y me fui a trabajar. En el paseo hasta la oficina se me cayeron algunas lágrimas que acentuaron el frío en mi cara. Echaba de menos a mi familia en Ourense y no iba a poder despedir ese extraño año cerca de ellos... La mañana transcurrió bien. Un programa de radio relajado, unos compañeros (la mitad de la plantilla a los que nos tocó trabajar) contentos y una preciosa familia que me esperaba en casa para después ir a cenar a casa de mis suegros. Lo cierto es que el día había mejorado desde aquella visita de la morriña a primera hora. Pero de repente, mientras veíamos la tele antes de tomar las uvas, recibí un mensaje al móvil que lo cambió todo. Habrá quien piense que tener un grupo de whatsapp integrado por tus hermanas, tu madre y tu padre sea una locura, pero lo cierto es que yo lo tengo y me encanta! (Es más, también estoy en otro grupo con mis hermanos políticos, mi suegra y mi marido... ahí queda eso!). El caso es que mientras disfrutábamos viendo jugar a los niños a unas horas nada habituales para ellos, mi móvil vibró y abrí un mensaje de mi padre que lo cambió todo, como decía. No ponía nada. Ni una palabra. Era una simple foto muy propia de mi padre, de su sentido del humor (que tanto me gusta), con la que me abrió los ojos por completo. La carcajada me invadió. En ese momento supe que la vida, mi vida, es bonita, maravillosa, perfecta. Que todo depende de las cosas que vemos, de cómo las vemos y cómo las valoramos. Yo estaba equivocda. No tenía nada por lo que lamentarme. Me di cuenta de la razón que tiene mi Arturiño cada vez que me dice que tengo mucha suerte de poder ver a mis padres y hermanas bastante a menudo gracias al esfuerzo que hacen ellos de venir aquí (a pesar de la pereza del largo viaje en carretera); o cuando me recuerda que tenemos una casa chulísima (aunque necesita infinitas reformas) en la que disfrutar de unos niños geniales; o siempre que me anima a tomar un delicioso cóctel tiki de esos que prepara algún viernes o sábado por la noche para celebrar que mañana no hay que madrugar (tanto).
Así, con una foto absurda cambió mi forma de ver, de mirar, de vivir la vida.
Entró el 1 de enero después de tomar todas las uvas. Y lo hizo de una manera increíble! En estos 33 días TODO, incluso la cirugía con la que este martes mi cuñada me extrajo la última muela del juicio que me quedaba, ha ido bien. Más que bien. Todo ha salido perfecto. Quizás porque ahora me enfrento a cada día de manera positiva. Lo cierto es que la vida me sonríe desde que yo le sonrío a ella cada mañana. Ahora más que nunca estoy feliz; SOY FELIZ! Y lo soy gracias a vosotros, Arturo, Mario y Carmen, que habéis provocado mi cambio de actitud. Ahí está la clave.




jueves, 23 de enero de 2014

Tres años contigo, mi amor

Mañana hará tres años que soy más feliz! Mucho más feliz! Tres años con sus treinta y seis meses. Tres años en los que han pasado muchas cosas, buenas y no tan buenas, pero tres años en los que la balanza siempre ha terminado por pesar más en el lado positivo. Y lo ha hecho gracias a ti, Mario.
Desde el momento en que llegaste nos cambiaste la vida. Y no me refiero a las noches en vela, nuestras nuevas ojeras, los cambios de pañales, las visitas al pediatra, la introducción de nuevos alimentos o la desaparición de nuestra vida social y nocturna, que también! Hablo de los cambios de verdad; esos lentos y pequeños que, sin darnos cuenta, nos han ido cambiando desde dentro hasta transformarnos en personas nuevas. Incluso me atrevo a decir en personas mejores.
Hiciste que nos diéramos cuenta de las cosas que de verdad importan. De repente con una sonrisa conseguiste (y consigues) que nada más fuera importante. Con un beso nos hiciste sentir las personas más ricas del universo. Con una lágrima nos impulsaste a ser más rápidos y eficaces en el consuelo. Con un abrazo nos enseñaste a sentir el amor más infinito y profundo perfectamente correspondido.
Tu reino absoluto duró poco, mi príncipe. Con algo más de un año asumiste que ibas a tener una hermanita y antes de que pudiéramos darnos cuenta ejercías de hermano mayor de una manera asombrosamente ejemplar. Tu cuna pasó a ser de Carmen, igual que tu antigua habitación; tu trona y tus juguetes dejaron de ser solo tuyos, como nuestro cariño y nuestro tiempo... Y sin embargo has sabido enseñarnos a todos que la vida, compartida, es mucho mejor.
Gracias por estos mil noventa y cinco días contigo. Días de incalculables sonrisas, de diversión, de tensión, de paz, de ruido, de palabras, de carreras, de armonía, de amor, de felicidad.
Te quiero infinito, Mario! Feliz cumpleaños, mi amor!


lunes, 9 de diciembre de 2013

Hace un año...

Hoy hace un año que volví a dar a luz... Llevaba casi un mes en Ourense. De baja. Disfrutando del descanso, de los paseos, de la familia, de mi ciudad. Arturo estaba en Toledo, trabajando. Para el puente de la Inmaculada vino a vernos... Casi un mes separados! Desde que llegó el jueves por la mañana estuvo intranquilo... Si yo no daba a luz ese fin de semana, él tendría que volver a Toledo... Pero el sábado 8 me levanté temprano. Me sentía rara y le dije: "creo que no te vas a ir mañana". Salí muy temprano a caminar con mi padre y el perro. Hacia frío y yo apenas me podía abrochar el abrigo. Paseamos mucho tiempo. Compramos la prensa y el pan. Y fuimos a casa a despertar al resto de familia para desayunar. Ese día Arturo y yo decidimos dejar a Mario con sus abuelos y tías y nos fuimos a comer solos. Él y yo. Una comida de esas que hacia casi 2 años que no teníamos. Fuimos a un restaurante ambientado en los años 50. (Nos encantan las americanadas!) Yo pedí todo aderezado con salsa picante (a ver si Carmen se animaba a salir!). Comimos, reímos, paseamos de vuelta a casa y nos pasamos la tarde de compras. Arturo ya tenía la maleta preparada. La cabeza estaba en la carretera. Pero mientras cenábamos un poco de queso del país y pan de Cea en casa de mis padres les dije que quería ir a la residencia. Serían las 23:30 cuando fuimos y me quedé ingresada. La primera media hora, en monitores, estábamos tranquilos. Me habían dicho que había empezado a dilatar pero muy poco. Así que nos hicimos unas fotos, charlamos, reímos un poco más y nos mandaron a la habitación. Mientras esperaba que mis padres vinieran con mi bolsa, mis cosas personales, Arturo cronometraba mis contracciones. Nos habían dicho que teníamos que avisar cuando fueran cada cinco minutos. Pensamos que tardarían en regularse tanto. Pero no. En poco tiempo se empezaron a suceder los dolores... Bajamos a monitores otra vez y entre un anestesista que estaba en quirófano y no podía atenderme, una matrona nerviosa que en vez de darme centímetros de dilatación me daba una medida extraña y totalmente subjetiva (todo el rato me decía que estaba solo de "dos dedos holgados"...), una madre gritona y un marido que prefirió esperar en el pasillo, de repente todo se descontroló. Perdieron la señal del corazón de mi hija, apareció el hombre de la epidural y echaron a mi madre de la habitación... No había pasado ni una hora y yo ya necesitaba empujar! La matrona se asomó entre mis piernas y allí estaba la cabeza de mi niña. Rápido y casi en volandas nació mi princesa. Y yo, a pesar de la confusión del momento, fui muy feliz!
Igual de feliz me he sentido hoy. Un año después de que se volviera a hacer el milagro de la vida sigo sintiendo esa emoción, esa alegría, esa felicidad infinita del amor de una madre a su hija. Y no niego que hayamos pasado por días y momentos desesperantes... Muchas, muchísimas noches sin dormir. Más catarros, toses y vomitonas que nunca. Llantos desconsolados sin saber por qué se producían. Pero todo lo compensa una mirada, un "mua" y unos brazos que te llaman. Todo merece la pena cuando escuchas el primer "mamá", con esa voz frágil y dulce. Esa voz que que me hace sentir una inmensa ternura con una simple carcajada. Esa voz que repite "oh, oh!" o que decía "carallo" muy finamente... El brillo de sus ojos cuando le enseño algo que le gusta mucho. Hace que me sienta como un auténtico mago! La cara de pilla que pone cuando gatea a toda velocidad. Ver cómo da sus primeros pasos solita. O cómo devora cualquier cosa que se coma! Pero sobre todo esa sonrisa que hoy no ha abandonado su preciosa carita... Una sonrisa que nos dice que, en el fondo, algo estamos haciendo bien.
Esa sonrisa tuya hoy, Carmen, es nuestra meta mañana y cada día de nuestra vida... Te quiero, mi amor. Gracias por hacernos sentir tantas cosas maravillosas en tan solo un puñado de días!



viernes, 20 de septiembre de 2013

20 de septiembre...

Era el último día del verano. El 20 de septiembre de 2008. El sol brilló en Ourense con intensidad y se unió a nuestro gran día. Los nervios en ti comenzaron a manifestarse durante la cena de la noche anterior. Yo los encontré en el mismo instante en el que el coche de mi tío Luis se paraba delante de la Catedral. Primero bajó mi padre y él mismo me ayudó a salir a mi... Había tanta gente! Tantos amigos esperando, apurando sus cigarrillos y sus cañas antes de entrar en la capilla del Santo Cristo... Al verme todos empezaron a gritar, emocionados, y yo, que había estado muy tranquila, empecé a notar cómo me temblaban las piernas de manera literal... Fue una sensación parecida a la que tuve el día que me examiné del carné de conducir...
Mi padre, en su papel de padrino y anfitrión en su ciudad para tantos invitados que venían desde fuera, saludaba a todo el mundo! Subió los escalones de piedra sin darse cuenta de que yo había perdido un zapato. Dos veces tuve que tirarle del brazo y pedirle que esperase!
Y de pronto ya estábamos dentro...
Comenzó a sonar el teclado de Pablo. She's like a rainbow es la marcha nupcial más bonita que puede acompañar los pasos de una novia hacia el altar...
Allí, al final del camino, estabas tú. Nervioso y guapo como nunca. Con una sonrisa que insinuaba en tu cara una entrañable timidez que nunca antes había visto en el chico que subía a los escenarios a tocar la batería o a cantar y pegar brincos... Te quise. Te quise mucho. Te quise para siempre.
Sin darnos cuenta nuestras manos se unieron, nuestras miradas se cruzaron y pronunciamos la promesa. La promesa de querernos como esposos. De entregarnos el uno al otro. Nos prometimos sernos fieles en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de nuestra vida.
Y lloré. Lloré al escuchar que el tiempo está de nuestra parte... Al imaginar que ese amor que sentía crecería contigo, a tu lado, todos los días de mi vida...
Di y recibí paz mientras Pablo y Ana nos recordaban, al ritmo de los Beatles, que lo único necesario es el amor... Abracé a mi madre entre lágrimas y sentí, en su abrazo, ese amor infinito.
Fui feliz. Muy feliz de poder compartir con todos nuestros familiares y amigos un momento tan importante para nosotros y para ellos.. Un día feliz!
Y aunque para nosotros aquel fue el momento de nuestras vidas, hoy, cinco años después, podemos decir con gran satisfacción, que sólo fue uno de los muchos momentos enormes que hemos vivido juntos. Cinco años, dos hijos y un amor que no acaba.
Sólo espero que aunque ya tengo una fuerte "rival" -que se llama Carmen-, yo siga siendo siempre tu chica...




sábado, 14 de septiembre de 2013

Carallo!

Carallo! Bonita palabra identificativa de nuestras raíces. La palabra carallo nos sirve a los gallegos para expresar infinidad de cosas: Admiración (carallo!), resignación (boh, qué carallo!), indignación (pero qué carallo!?), desplante (vai ó carallo!), contrariedad (tócate o carallo!), duda (o carallo 29!), agotamiento (estou ata o carallo!), lejanía (no 5º carallo!), calidad (está de carallo!)... y así hasta el mismísimo carallo podríamos terminar enumerando significados y usos... Se dice carallo hasta para no decir nada!
También tenemos palabras derivadas de carallo muy recurrentes en nuestra particular forma de expresión como caralludo (genial), carallán (persona divertida, bromista), carallazo (golpe), carallada (fiesta), escarallado (algo roto, alguien agotado, cansado)...
Carallo sustituye a palabras que son muy malsonantes y dulcifica expresiones de extremo enfado e indignación.
A mí simepre me ha gustado la sonoridad de la palabra carallo. Quizás por lo recurrente de su uso. Quizás porque es una palabra que siempre (o casi siempre) sale de la boca e mi padre para expresar algo con mucho tino. Lo cierto es que la usamos mucho en nuestra familia y, sin darnos cuenta, la transmitimos de generación en generación... Tanto es así que Mario dice carallo ya con diferente entonación e intención. Pero lo sorprendente (y últimamente no hacemos más que llevarnos sorpresas) de este tema es que la palabra carallo se ha convertido sin querer en una de las primeras palabras del vocabulario de mi bebita!!! Carmen a sus nueve meses de vida ya repite carallo cada vez que me lo escucha a mí, a su hermano o a su padre, que más que por tradición lingüística utiliza este vocablo de amplio contenido semántico por diversión.
Y así, de esta manera tan caralluda, la pequeña se va haciendo mayor... Manda carallo! Si parece que fue ayer cuando nos conocíamos en el paritorio... Nueve meses han pasado ya y ahora nos deleita con sus primeros besos, sus primeros pasos, sus primeras palabras...
Carmen todavía no dice mamá muy bien; la "m" parece que se le resiste un poco y pronuncia más una especie de "b" que diferencia estupendamente de la "p" de papá... Sin embargo, la palabra carallo la dice clara y perfectamente. Y aunque no sea políticamente correcto, yo reconozco que me escarallo con ella y me sale el orgullo de madre gallega!